In order to learn to teach in a society that is increasingly culturally and linguistically diverse, prospective teachers . . . need opportunities to examine much of what is usually unexamined in the tightly braided relationships of language, culture, and power in schools and schooling. This kind of examination inevitably begins with our own histories as human beings and as educators--our own cultural, racial, and linguistic backgrounds and our own experiences as raced, classed, and gendered children, parents, and teachers in the world.
Cochran-Smith (1993). Color blindness and basket making are not the answers: Confronting the dilemmas of race, culture, and language diversity in teacher education.
Historia de mis idiomas / My Language Story
A narrative in Spanish about my linguistic background
Yo nací en La Jolla, California y aprendí a hablar el inglés como mi lengua materna y nativa. Esta primera lengua fue hablada en mi casa, en mi escuela y en mi vecindario/comunidad. Yo considero que tengo un dominio avanzado del inglés, así que puedo hablar y expresarme a un nivel avanzado y también leer y escribir como experto. Fui expuesta al español desde niña durante las vacaciones anuales navideñas de mi familia a Baja California Sur, México. Ambos padres míos hablan el español como lengua secundaria. Mi madre es maestra bilingüe y especialista de lectura a nivel elementaría y tiene un dominio fuerte del español. Mi padre se puede defender en el español, pero habla con un vocabulario limitado y falta la habilidad de conjugar verbos fuera del tiempo presente.
Mi primera experiencia formal de aprender el español fue en el octavo grado, cuando tomé el curso de Español 1 en la escuela media. Por haber tenido experiencias de oír la lengua hablada en México y un poco por mis padres, tuve una buena experiencia del principio del proceso de aprender una segunda lengua. Llegue al nivel de AP durante la prepa y en parte por la influencia positiva de mi maestra, decidí añadir el español como una segunda carrera en la universidad. Tuve una experiencia muy buena en la universidad y desarrolle una pasión muy fuerte para el español - no solo la lengua pero también las culturas y la gente hispanohablante. Me encantaron las clases que asistí, desde el estudio de Don Quijote hasta clases de poesía y literatura del modernismo. Llegue a tener un dominio solido del español escrito y mi nivel de comprensión subió demasiado.
Durante el verano después de mi tercer año de la universidad, estudié en el extranjero en el Yucatán, México. Fue un programa enfocado en la antropología del turismo y la etnografía y pasé dos meses usando mi español para comunicar con varios vendedores de recuerdos turísticos en Mérida, Pisté (Chichen Itzá), y Playa del Carmen. Esta experiencia fue un punto de inflexión con respeto a mi desarrollo como un interlocutor en español y mejoré bastante en mis habilidades de expresión oral y confianza para expresarme en mi segunda lengua. Puede decir que tenía mejor desarrollado mi Cognitive Academic Language Proficiency (CALP) en español que mis Basic Interpersonal Communication Skills (BICS). Lo que faltaba como hablante del español fue el lenguaje práctico, o sea “de la calle.” Del hecho de que aprendí el español por la mayor parte en el entorno de la clase, tenía un dominio académico de la lengua, pero todavía no sentía muy segura de mis habilidades de hablar.
Seguí el paso de mejorar como un hablante de mi segunda lengua cuando mudé a Monterrey, México después de graduarme de la universidad. Mi esposo estaba compitiendo para el país en el deporte de atletismo y fui para estar con él y seguir mis estudios al nivel de posgrado. Pasé dos años viviendo allí en Nuevo León, completando una maestría en administración de negocios con un enfoque internacional. También corrí para los equipos de campo traviesa y atletismo de la universidad y nuestros compañeros de equipo se volvieron en nuestra familia fuera de la casa. ¡También eran nuestros entrenadores de español! La experiencia de vivir en Monterrey fue muy positiva; quiero mucha a esa ciudad y la gente allí. Llegué a ser mucho mejor como un hablante del español, tanto en el entorno profesional de la escuela de negocios como en el ambiente informal de las interacciones con amigos y compañeros de equipo. Conocí mucho más sobre la cultura mexicana y lo hermosa que es. Sin el español, no podría tener la misma experiencia tan enriquecedora; puedo decir que hice amigos de por vida por ser bilingüe. Siento muy agradecida.
Mi esposo y yo regresamos a los EE.UU. a fines de 2008 y ahora estamos inmersos en el inglés casi todo el tiempo. Sin embargo, ser bilingüe es una parte muy importante de nuestra identidad. Los padres de mi esposo viven en México y hablamos español frecuentemente con ellos. Mi esposo usa el español diariamente con los hispanohablantes que ayuda en su trabajo como bombero/paramédico en National City. Durante mi último trabajo en una empresa pequeña, fui el intermedio bilingüe para todos los proyectos que hicimos en países donde se habla el español. También trabajaba como traductora de tiempo parcial para el distrito escolar unido de Encinitas. He soñado con ser una maestra de español por muchos años y ya que finalmente he tomado el salto, no puedo ser más feliz y emocionada de compartir mi pasión por esta lengua con mis estudiantes.
La teoría de Cummins’ (1981) de Common Underlying Proficiency (CUP) que menciona Díaz-Rico (2014) en el capítulo 3 (p. 59) de su libro relaciona a mi trayectoria de aprender el español como una segunda lengua porque he podido usar mi competencia en mi primera lengua como una base para aprender el español. Sé que mis fuerzas de alfabetismo en inglés han hecho el proceso de adquirir una segunda lengua mucho más fácil y eso explica cómo pude desarrollar mejor mi CALP que mis BICS. Como sugirió Thonis (1983), una de las condiciones para la transferencia de las habilidades de la L1 a la L2 es la fuerza del aprendizaje original en la L1, que ayuda a construir nuevos conceptos, lenguaje y habilidades desconocidos.
La enseñanza del español que recibí en la escuela media y en la prepa fue dirigida a la adquisición de una lengua extranjera. Pero diferente de lo que indica Montrul en el capítulo 13 de su libro, el nivel de competencia lingüística que alcancé sobrepasó la clasificación de ‘bajo’ o ‘intermedio’ que tenga la mayoría de los individuos que aprenden una segunda lengua alrededor o después de la adolescencia (p. 312-313). El factor que más me motivó para seguir con mis estudios del español después de los tres años recomendados para la universidad fue la buena calidad de maestros que tenía. Ellos me dieron una perspectiva rica y colorido del español y las culturas asociadas con la lengua e hicieron divertido el proceso de aprendizaje. Recuerdo tener que mirar las noticias de Univisión cada semana para mi clase de Español AP durante mi último año de la prepa. Tuvimos una prueba sobre el contenido y pasé horas grabando y oyendo las noticias varias veces para hacer una transcripción que pudiera estudiar. La asignatura fue difícil pero tenía ganas de hacer el trabajo porque era algo relevante a mi vida fuera de la clase. Mis maestros hicieron aprender el español algo práctico y útil, hasta mostrar cómo saber una segunda lengua nos abriere nuevos mundos de oportunidad.
Comencé el proceso de adquirir el español como una segunda lengua justo antes del cierro del “periodo crítico” (Montrul, 2013, p. 191) a la edad de doce años. Se puede decir que llegué a ser bilingüe de manera secuencial y aditivo. Aprendí el español después de que tenía bien desarrollado mi primera lengua y no me afectó en cuanto al posible olvido de la L1 que menciona Montrul (2013) en el capítulo 9 de su libro: “cuanto más adulto es el individuo cuando comienza a aprender una segunda lengua, menor es la posibilidad de que su primera lengua se vea afectada” (p. 210). Así que fue expuesta al español cuando era niña durante las viajes a México y cuando oí a mis padres usar el idioma, creo que tenía algo de ventaja y conocimiento previo (aunque era subconsciente) cuando comencé formalmente a aprender el español. Cuando tomé el curso de Español 1, el contenido no fue totalmente nueva ni extranjera para mí. También sabía algo de cómo pronunciar las palabras en español para no escucharse tan “gringo.” Todo este conocimiento previo me ayudó adquirir el español con mayor fluidez, aunque no tuve la ventaja de aprender la lengua en la infancia.
Diferente que un hablante de herencia que “está expuesto a un input auditivo desde temprano y desarrolla principalmente la habilidad oral” (p. 225), como un aprendiz de español como L2 recibí “input oral y escrito con mucha énfasis en lectura y escritura en clase” (p. 225). Creo que por eso, he experimentado algo del fenómeno de fosilización que describe Montrul en el capítulo 8 del libro: (muchos aprendices de una L2), “no superan muchos de los errores que cometen, especialmente aquellos que son causados por la influencia de su lengua materna tanto en el léxico, las estructuras sintácticas y, más evidentemente, en la pronunciación” (p. 188). Creo que siempre voy a tener algunas dificultades con el español y sé que necesito hacer un esfuerzo para mantener mi nivel de competencia, especialmente porque paso la mayoría del tiempo rodeado por el inglés. Sin embargo, creo que uno se puede continuar a desarrollar la fluidez en una L2 si tenga la motivación y acceso a input auténtico en esa lengua.
En el capítulo 6 de su libro, Montrul (2013) habla sobre la organización del léxico mental bilingüe (p. 142-146). Como un individuo bilingüe, creo que poseo dos léxicos, uno para cada lengua, pero no las mantengo independientes todo el tiempo. Dependiendo del contexto, a veces uso mis dos idiomas de una manera interconectada. Esto normalmente pasa cuando estoy comunicando en español o cuando estoy en un ambiente con hablantes de ambos lenguas. Si sea de inmersión en español o bilingüe, cuando el contexto incluye el uso del español, desencadena la interacción cognitiva de mis dos lenguas. Puedo pensar en las dos lenguas, hasta a veces soñar en español. Aunque he usado el modelo de asociación de palabras frecuentemente durante el proceso de adquirir el español, ya uso más el modelo de mediación conceptual donde hago conexiones léxicas independientes de cada lengua a una misma representación conceptual (p. 143). Uso menos la estrategia de traducción así que ya he desarrollado conexiones intercambiables para las representaciones léxicas en cada lengua.
Conocer dos lenguas me deja asociar con las culturas que usan esas lenguas. El inglés es la lengua mayoritaria en los EE.UU. y representa la cultura mainstream y los valores de la macro-cultura dominante (Diaz-Rico, 2014, p. 248). Estos valores incluyen el individualismo y la privacidad, la independencia, la igualdad, la ambición, la competitividad, el aprecio por la vida buena, y la percepción que los humanos son separados de y superiores de la naturaleza (p. 248). Aunque mis propios valores pueden variar de estos valores americanos generales, por hablar el inglés, automáticamente puedo ser caracterizado por ellos. Aprender el español me ha dado otras perspectivas culturales porque he tenido la oportunidad de conocer a personas de varias culturas hispanohablantes. Adquirir una segunda lengua también me ha ayudado adquirir más respecto y apreciación por la diversidad de culturas que existan en nuestro país. Es muy importante reconocer que cada estudiante en una clase pueda tener un fondo cultural único y probablemente diferente del mío. Desde las idiomas que hablen en casa, hasta la etnicidad, el estatus socioeconómico, el género, los valores, la preferencia sexual, la perspectiva hacia la educación, y más, hay que respetar a todos los estudiantes y crear un ambiente seguro y de comunidad en la clase. Valuar el bilingüismo es una manera de modelar esa actitud de inclusión de la diversidad y es una meta mía siempre celebrar y asignar valor a las diferencias que existieren en mi futura clase.
He gozado del proceso de escribir esta historia de mis idiomas y relacionar mi bilingüismo a las teorías e ideas que hemos discutido en clase. Sobre todo, siento muy orgullosa de conocer dos lenguas y agradecida por las oportunidades que el bilingüismo me ha dado, especialmente las amistades y una perspectiva más amplia del mundo. Quiero seguir desarrollando mis habilidades en español, particularmente en el área de expresión oral y el uso de los tiempos menos comunes en el habla diario (por ejemplo, el subjuntivo). Necesito aprovechar de las oportunidades que tengo para hablar el español y buscar maneras de interactuar con la lengua cada día. Aunque nunca voy a tener la misma competencia en español que un hablante nativo, puedo siempre seguir practicando y mejorando mis habilidades de escuchar, hablar, leer y escribir en mi segunda lengua.
Mi primera experiencia formal de aprender el español fue en el octavo grado, cuando tomé el curso de Español 1 en la escuela media. Por haber tenido experiencias de oír la lengua hablada en México y un poco por mis padres, tuve una buena experiencia del principio del proceso de aprender una segunda lengua. Llegue al nivel de AP durante la prepa y en parte por la influencia positiva de mi maestra, decidí añadir el español como una segunda carrera en la universidad. Tuve una experiencia muy buena en la universidad y desarrolle una pasión muy fuerte para el español - no solo la lengua pero también las culturas y la gente hispanohablante. Me encantaron las clases que asistí, desde el estudio de Don Quijote hasta clases de poesía y literatura del modernismo. Llegue a tener un dominio solido del español escrito y mi nivel de comprensión subió demasiado.
Durante el verano después de mi tercer año de la universidad, estudié en el extranjero en el Yucatán, México. Fue un programa enfocado en la antropología del turismo y la etnografía y pasé dos meses usando mi español para comunicar con varios vendedores de recuerdos turísticos en Mérida, Pisté (Chichen Itzá), y Playa del Carmen. Esta experiencia fue un punto de inflexión con respeto a mi desarrollo como un interlocutor en español y mejoré bastante en mis habilidades de expresión oral y confianza para expresarme en mi segunda lengua. Puede decir que tenía mejor desarrollado mi Cognitive Academic Language Proficiency (CALP) en español que mis Basic Interpersonal Communication Skills (BICS). Lo que faltaba como hablante del español fue el lenguaje práctico, o sea “de la calle.” Del hecho de que aprendí el español por la mayor parte en el entorno de la clase, tenía un dominio académico de la lengua, pero todavía no sentía muy segura de mis habilidades de hablar.
Seguí el paso de mejorar como un hablante de mi segunda lengua cuando mudé a Monterrey, México después de graduarme de la universidad. Mi esposo estaba compitiendo para el país en el deporte de atletismo y fui para estar con él y seguir mis estudios al nivel de posgrado. Pasé dos años viviendo allí en Nuevo León, completando una maestría en administración de negocios con un enfoque internacional. También corrí para los equipos de campo traviesa y atletismo de la universidad y nuestros compañeros de equipo se volvieron en nuestra familia fuera de la casa. ¡También eran nuestros entrenadores de español! La experiencia de vivir en Monterrey fue muy positiva; quiero mucha a esa ciudad y la gente allí. Llegué a ser mucho mejor como un hablante del español, tanto en el entorno profesional de la escuela de negocios como en el ambiente informal de las interacciones con amigos y compañeros de equipo. Conocí mucho más sobre la cultura mexicana y lo hermosa que es. Sin el español, no podría tener la misma experiencia tan enriquecedora; puedo decir que hice amigos de por vida por ser bilingüe. Siento muy agradecida.
Mi esposo y yo regresamos a los EE.UU. a fines de 2008 y ahora estamos inmersos en el inglés casi todo el tiempo. Sin embargo, ser bilingüe es una parte muy importante de nuestra identidad. Los padres de mi esposo viven en México y hablamos español frecuentemente con ellos. Mi esposo usa el español diariamente con los hispanohablantes que ayuda en su trabajo como bombero/paramédico en National City. Durante mi último trabajo en una empresa pequeña, fui el intermedio bilingüe para todos los proyectos que hicimos en países donde se habla el español. También trabajaba como traductora de tiempo parcial para el distrito escolar unido de Encinitas. He soñado con ser una maestra de español por muchos años y ya que finalmente he tomado el salto, no puedo ser más feliz y emocionada de compartir mi pasión por esta lengua con mis estudiantes.
La teoría de Cummins’ (1981) de Common Underlying Proficiency (CUP) que menciona Díaz-Rico (2014) en el capítulo 3 (p. 59) de su libro relaciona a mi trayectoria de aprender el español como una segunda lengua porque he podido usar mi competencia en mi primera lengua como una base para aprender el español. Sé que mis fuerzas de alfabetismo en inglés han hecho el proceso de adquirir una segunda lengua mucho más fácil y eso explica cómo pude desarrollar mejor mi CALP que mis BICS. Como sugirió Thonis (1983), una de las condiciones para la transferencia de las habilidades de la L1 a la L2 es la fuerza del aprendizaje original en la L1, que ayuda a construir nuevos conceptos, lenguaje y habilidades desconocidos.
La enseñanza del español que recibí en la escuela media y en la prepa fue dirigida a la adquisición de una lengua extranjera. Pero diferente de lo que indica Montrul en el capítulo 13 de su libro, el nivel de competencia lingüística que alcancé sobrepasó la clasificación de ‘bajo’ o ‘intermedio’ que tenga la mayoría de los individuos que aprenden una segunda lengua alrededor o después de la adolescencia (p. 312-313). El factor que más me motivó para seguir con mis estudios del español después de los tres años recomendados para la universidad fue la buena calidad de maestros que tenía. Ellos me dieron una perspectiva rica y colorido del español y las culturas asociadas con la lengua e hicieron divertido el proceso de aprendizaje. Recuerdo tener que mirar las noticias de Univisión cada semana para mi clase de Español AP durante mi último año de la prepa. Tuvimos una prueba sobre el contenido y pasé horas grabando y oyendo las noticias varias veces para hacer una transcripción que pudiera estudiar. La asignatura fue difícil pero tenía ganas de hacer el trabajo porque era algo relevante a mi vida fuera de la clase. Mis maestros hicieron aprender el español algo práctico y útil, hasta mostrar cómo saber una segunda lengua nos abriere nuevos mundos de oportunidad.
Comencé el proceso de adquirir el español como una segunda lengua justo antes del cierro del “periodo crítico” (Montrul, 2013, p. 191) a la edad de doce años. Se puede decir que llegué a ser bilingüe de manera secuencial y aditivo. Aprendí el español después de que tenía bien desarrollado mi primera lengua y no me afectó en cuanto al posible olvido de la L1 que menciona Montrul (2013) en el capítulo 9 de su libro: “cuanto más adulto es el individuo cuando comienza a aprender una segunda lengua, menor es la posibilidad de que su primera lengua se vea afectada” (p. 210). Así que fue expuesta al español cuando era niña durante las viajes a México y cuando oí a mis padres usar el idioma, creo que tenía algo de ventaja y conocimiento previo (aunque era subconsciente) cuando comencé formalmente a aprender el español. Cuando tomé el curso de Español 1, el contenido no fue totalmente nueva ni extranjera para mí. También sabía algo de cómo pronunciar las palabras en español para no escucharse tan “gringo.” Todo este conocimiento previo me ayudó adquirir el español con mayor fluidez, aunque no tuve la ventaja de aprender la lengua en la infancia.
Diferente que un hablante de herencia que “está expuesto a un input auditivo desde temprano y desarrolla principalmente la habilidad oral” (p. 225), como un aprendiz de español como L2 recibí “input oral y escrito con mucha énfasis en lectura y escritura en clase” (p. 225). Creo que por eso, he experimentado algo del fenómeno de fosilización que describe Montrul en el capítulo 8 del libro: (muchos aprendices de una L2), “no superan muchos de los errores que cometen, especialmente aquellos que son causados por la influencia de su lengua materna tanto en el léxico, las estructuras sintácticas y, más evidentemente, en la pronunciación” (p. 188). Creo que siempre voy a tener algunas dificultades con el español y sé que necesito hacer un esfuerzo para mantener mi nivel de competencia, especialmente porque paso la mayoría del tiempo rodeado por el inglés. Sin embargo, creo que uno se puede continuar a desarrollar la fluidez en una L2 si tenga la motivación y acceso a input auténtico en esa lengua.
En el capítulo 6 de su libro, Montrul (2013) habla sobre la organización del léxico mental bilingüe (p. 142-146). Como un individuo bilingüe, creo que poseo dos léxicos, uno para cada lengua, pero no las mantengo independientes todo el tiempo. Dependiendo del contexto, a veces uso mis dos idiomas de una manera interconectada. Esto normalmente pasa cuando estoy comunicando en español o cuando estoy en un ambiente con hablantes de ambos lenguas. Si sea de inmersión en español o bilingüe, cuando el contexto incluye el uso del español, desencadena la interacción cognitiva de mis dos lenguas. Puedo pensar en las dos lenguas, hasta a veces soñar en español. Aunque he usado el modelo de asociación de palabras frecuentemente durante el proceso de adquirir el español, ya uso más el modelo de mediación conceptual donde hago conexiones léxicas independientes de cada lengua a una misma representación conceptual (p. 143). Uso menos la estrategia de traducción así que ya he desarrollado conexiones intercambiables para las representaciones léxicas en cada lengua.
Conocer dos lenguas me deja asociar con las culturas que usan esas lenguas. El inglés es la lengua mayoritaria en los EE.UU. y representa la cultura mainstream y los valores de la macro-cultura dominante (Diaz-Rico, 2014, p. 248). Estos valores incluyen el individualismo y la privacidad, la independencia, la igualdad, la ambición, la competitividad, el aprecio por la vida buena, y la percepción que los humanos son separados de y superiores de la naturaleza (p. 248). Aunque mis propios valores pueden variar de estos valores americanos generales, por hablar el inglés, automáticamente puedo ser caracterizado por ellos. Aprender el español me ha dado otras perspectivas culturales porque he tenido la oportunidad de conocer a personas de varias culturas hispanohablantes. Adquirir una segunda lengua también me ha ayudado adquirir más respecto y apreciación por la diversidad de culturas que existan en nuestro país. Es muy importante reconocer que cada estudiante en una clase pueda tener un fondo cultural único y probablemente diferente del mío. Desde las idiomas que hablen en casa, hasta la etnicidad, el estatus socioeconómico, el género, los valores, la preferencia sexual, la perspectiva hacia la educación, y más, hay que respetar a todos los estudiantes y crear un ambiente seguro y de comunidad en la clase. Valuar el bilingüismo es una manera de modelar esa actitud de inclusión de la diversidad y es una meta mía siempre celebrar y asignar valor a las diferencias que existieren en mi futura clase.
He gozado del proceso de escribir esta historia de mis idiomas y relacionar mi bilingüismo a las teorías e ideas que hemos discutido en clase. Sobre todo, siento muy orgullosa de conocer dos lenguas y agradecida por las oportunidades que el bilingüismo me ha dado, especialmente las amistades y una perspectiva más amplia del mundo. Quiero seguir desarrollando mis habilidades en español, particularmente en el área de expresión oral y el uso de los tiempos menos comunes en el habla diario (por ejemplo, el subjuntivo). Necesito aprovechar de las oportunidades que tengo para hablar el español y buscar maneras de interactuar con la lengua cada día. Aunque nunca voy a tener la misma competencia en español que un hablante nativo, puedo siempre seguir practicando y mejorando mis habilidades de escuchar, hablar, leer y escribir en mi segunda lengua.